Sentí una gran alegría al ver esta puerta por primera vez. Era una pieza única que llevaba años sin recibir ningún cuidado. Solo algunas capas de barniz coloreado para disimular los roces y los desgastes. Los propietarios, sin embargo, querían conservarla y restaurarla, conscientes de su valor histórico y estético. Como no estaba protegida por Patrimonio, podían haberla cambiado por una de metal, pero prefirieron preservar la integridad de la puerta y respetar este elemento patrimonial.
Buscaban un profesional que pudiera hacerse cargo de la restauración, pero no estaban satisfechos con los resultados que habían visto en otras puertas de la zona centro. Me contactaron y tuvimos una entrevista ágil y fructífera. Les resolví sus dudas, les expliqué las posibles sustituciones de partes dañadas y les mostré mis argumentos y experiencias. Me eligieron para realizar el trabajo. ¡Qué gusto!